miércoles, 31 de agosto de 2016

Crooked Rot (cortometraje) - Videos de terror



Crooked Rot es uno de esos cortometrajes con contenido macabro que suelen convertirse en materia prima para los creepypastas. Pero más que un simple video amateur y sin sentido para muchos, se trata de una verdadera obra de arte, según aquellos que lo saben apreciar.

En palabras del propio autor, David Firth, esto comenzó como un experimento para ver si la técnica de stop motion sería mejor utilizando una cámara SLR. El resultado, sin duda, lo sugiere visualmente, pero según el creador, fue un verdadero infierno.

Inició el proyecto cuando descubrió un tesoro de objetos extraños en su propio patio trasero, incluyendo las cabezas de maniquíes y las manos de goma. La idea original era la captación de las luces (motivo por el que una cámara SLR era tan importante), pero con el tiempo se convirtió en este extraño film.

Este video es 100% stop motion. No hay CGI, efectos o filtros informáticos utilizados para crear las escenas que aparecen.


No escuche (Minirelato) - Historias de terror



—¿Conoce las reglas del exorcismo, Damien?
—Sí -respondió Karras.
Merrin empezó a ponerse la sotana.
—Es esencial evitar conversaciones con el demonio...
“El demonio”. Le dio escalofríos la manera tan natural en que lo dijo.
—Hemos de preguntar sólo aquello que sea importante -dijo Merrin mientras se abrochaba el cuello de la sotana-. Todo lo demás sería peligroso. Sumamente peligroso.-
Tomó el roquete de manos de Karras y empezó a ponérselo sobre la sotana-. Especialmente, no preste atención a nada de lo que diga el demonio. Es un mentiroso. Mentirá para confundirnos, pero también mezclará mentiras con verdades para atacarnos.
La ofensiva es psicológica, Damien. Y poderosa. No escuche.
Recuerde esto: no escuche.

martes, 23 de agosto de 2016

Atrapado en la Casa del Señor - Historias de terror



Estoy atrapado dentro del confesionario.

Sudores fríos recorren mi cuerpo y apenas puedo respirar. Noto el horrible hedor putrefacto que proviene del otro lado de la puerta y casi no puedo reprimir las arcadas. Empiezo a marearme, el calor es asfixiante. Le oigo fuera, sus pasos arrastrados resuenan por la pequeña casa de Dios, impasibles, insoportables. Choca con los bancos. Gruñidos. El terror se apodera de mí, las manos me tiemblan y respiro cada vez más rápido. De repente se hace un total silencio. Afino el oído, no oigo nada. Mala señal. Sé que sabe que estoy cerca, me huele, me presiente. He de tomar una decisión rápido, o me encontrara y será el fin.

He de matar a mi propio hijo.

Se acerca cada vez más. Lo tengo solo a cinco metros de mi posición y se para, mirando hacia mi escondite. Sujeto firmemente el gran crucifijo de metal que agarré como medio de defensa en mi huida desesperada hacia el confesionario. Miro de reojo por los pequeños huecos de la rejilla y dislumbro la tenue luz rojiza de la puerta privada que conduce a las habitaciones de los curas interinos al fondo. Es una puerta de acero reforzado, muy resistente, que además tiene doble cerrojo. Es mi única vía de escape. Debo entrar allí. Las débiles paredes de madera que me rodean no son resistencia para la abominación que desea mi carne y que sigue mirando fijamente hacia el pequeño confesionario, como en estado de shock.

Ahora que lo tengo cerca, lo examino más detenidamente y casi se me para el corazón. Tiene toda la cara desgarrada chorreante de sangre. Le veo la mandíbula. Bajo más la mirada y algo le sale del estomago. Dios mio, son sus intestinos colgando. Me tapo rápidamente la boca, noto el vomito saliendo lentamente entre mis dedos y apenas puedo tenerme en pie.

Esa cosa me oye, gime lastimosamente y viene hacia mí. De repente se oye un grito espeluznante que proviene del otro lado de la puerta de acero. El cerrojo se abre y aparece corriendo la Hermana Claudia. Intento advertirla pero las palabras no salen de mi boca y choca directamente contra la abominación. Esta la atrapa mordiéndola el cuello y tirándola al suelo, indefensa. El grito de la Hermana es desgarrador. Por la puerta de acero aparecen varias personas más, arrastrando los pies y con un aspecto similar al de mi hijo. Se unen a él en una orgia de sangre, vísceras y huesos.

Me atraparan, estoy seguro, descubrirán mi escondite y me devoraran como a la Hermana. Solo de pensarlo me tiemblan las piernas. Evalúo la situación. No puedo salir por la puerta principal, esta cerrada y la llave ignoro donde esta. Quizás la tenga la Hermana o este en los despachos inferiores. Solo me queda una salida, he de adentrarme en el corazón de la Iglesia, cerrar la puerta de acero, y rezar para que no halla más demonios dentro, pues seria mi fin. Caminan lento y melancólicos, pero cuando ven algo que les interesa, son más rápidos de lo que parecen.

Respiro profundamente, tranquilizándome, rezo una plegaria y agarro con firmeza el crucifijo. Salgo corriendo hacia la puerta, sin mirar atrás. Oigo ruidos, gritos, gemidos, la muerte viene hacia mí. Los tengo a pocos metros, las piernas me pesan y tengo la sensación que voy extremadamente lento. Unos pocos pasos más y estaré a salvo. Por la puerta aparece de repente una silueta. Es el Padre Andrés. Le grito pero no me responde. Le falta medio brazo. Es uno de ellos. Bloquea la puerta, y alza el brazo rugiendo hacia mí. Espeluznante. Antes de que me agarre, le empujo hacia un lado con una fuerza que no creía tener. Entro dentro del salón, me doy la vuelta y creo ver a la Hermana levantándose a lo lejos. El Padre sigue en el suelo intentando levantarse, con el brazo extendido hacia mí. Mi hijo y los otros están ya demasiado cerca a pocos pasos . Cierro la puerta, echo los cerrojos y muevo una mesa apoyándola en la puerta.

Me derrumbo oyendo los aporreos en la puerta, los gritos y los gemidos de esas cosas que ya no son humanas. Mi hijo es uno de ellos. Empiezo a llorar amargamente en mi escueta seguridad.

Dios, ¿que clase de locura es esta que se ha apoderado del pueblo? ¿Como has permitido que esto ocurra? ¿Acaso te has cansado de la existencia del hombre, de su avaricia y su maldad, y has decidido levantar a los muertos contra los vivos?

Soy el Padre Carlos y estoy atrapado en la casa del Señor.

AUTOR: MISI666

miércoles, 17 de agosto de 2016

Golpes en el techo - Historias de terror



Un  golpe en el techo me despierta con brusquedad. Localizo mi despertador y presiono el botón de la parte superior. Son las tres de la madrugada. Me levanto resignada. A ver cómo vuelvo a tener sueño ahora, mierda de vecinos.

Otro golpe, aunque esta vez más alejado, más débil. No pienso pasar otra mala noche, así que agarro las llaves y me dirijo al ascensor pensando: o me toman en serio o llamo a la policía. Salgo del elevador, se apaga la luz de las escaleras que lleva temporizador, y resuena el grito más desgarrador que he oído jamás. Es una mezcla de dolor y desesperación, una última y atormentada llamada al aire. Un gruñido nasal y gorgoteante, ahogado a la mitad.

Y la estupidez me lleva hacia la puerta de donde salió aquello. Está entreabierta. Respiro hondo lamentando mi maldita curiosidad, y la empujo. El suelo rebosa de cristales y las paredes chorrean agua. Alguien debió reventar el acuario contra la puerta, lo que explicaría el golpe y el caos, pero allí no hay peces.

Unos pasos más allá distingo marañas de pelo marrón y gris mezcladas con restos de carne y pegotes de sangre coagulada. Veo por ahí una parte aplastada de la cabeza de un perro pequeño, con la pelambrera apelmazada y un ojo de mirada vacía que me mira petrificado, rodeado de astillas, pedazos de madera de las sillas y la mesa del salón.

Al doblar hacia el pasillo central advierto la atroz escena que inunda todo el corredor y un sollozo entrecortado escapa de mi garganta. Busco con la mano izquierda la pared para apoyarme en ella y no desfallecer, pero queda demasiado lejos. Oigo un ruido al fondo y me tapo la boca. Me miro las manos, me toco la cara. Sangre. Está todo el suelo empapado y lo que queda de un rostro de niña regordeta me mira con una mueca de espanto y la mandíbula desencajada. Atisbo parte de un ojo desprendido, un gran arañazo recorriéndole la frente hasta la oreja derecha y varios dientes a su alrededor, flotando en sus propios jugos corporales. Permanece estirada, con las piernas dentro de la primera habitación que queda a la derecha, y la cabeza, lo que queda intacto de ella, en un ángulo antinatural, medio apoyada contra la pared, torcida con el cuello en forma de L. Y no sólo los dientes están fuera de lugar, tiene todo el abdomen desgarrado y… otro sollozo, o un gruñido, proviene de la habitación de más al fondo. Mis manos tiemblan y mis piernas dudan, pero consigo cruzar. Y al pasar casi me llevo entre los dedos varios mechones de pelo con trozos de cuero cabelludo adheridos a la pared. La habitación de donde provienen los ruidos queda a la derecha, justo al lado de la de la pequeña. La alcanzo y me asomo con cautela.

El cuarto está efectivamente iluminado con una luz amarillenta, parpadeante. Proviene de una lampara de noche medio caída. Y me quedo petrificada al ver una cama de matrimonio, profanada por un engendro infernal que, en cuclillas, se inclina sobre el cuerpo de una mujer que permanecía estirada a todo lo ancho, colgando por los extremos, salvo una pierna que, cercenada por la zona baja del muslo, con los huesos sobresaliendo, astillados, yace a los pies de la cama. La cabeza cae oscilante, sujeta por escasos jirones de carne y parte de la estructura ósea de la garganta y el cuello, pero separada del resto del cuerpo en varios centímetros, vacilante. El torso… No hay apenas órganos en su interior, desperdigados por la cama, las paredes y el suelo, y alguno más que permanece, al menos en parte, dentro de la boca de la criatura, y lo mastica sin cesar como el que masca un chicle duro, o como el que come un caramelo de los que se pegan a las encías, atiborrándose con la carne fresca, goteante, de su víctima. Incluso veo entre los dientes ennegrecidos restos de cabezas y raspas de pequeños peces.

El ser parece ser un hombre mutado o algún tipo de animal humanoide, con las facciones hinchadas, incluso sangrantes por múltiples fisuras, rasgaduras de la piel supurante. Le faltan matas de pelo de la cabeza, aquí y allá, y se adivina el interior por debajo de las calvas. Venas azuladas palpitan por toda la piel, blanquecina y de un brillo pringoso, como grasiento. No es exactamente sudor ni pus, pero parece más espeso que el primero pero más líquido que el segundo, y le confiere un resplandor espectral, enfermizo. Dá asco, repulsión. Hasta que me topo con sus ojos. Son una explosión de sangre, doloroso sólo de mirarlos. Teñido de rojo púrpura, el interior del ojo es un todo vivo, se dilata y se contrae como un reptil retorciéndose en un espacio limitado, furioso, encolerizado. Semeja una cuenca vacía con líquido animado, rojo y negro, variando la intensidad de sus matices por momentos. Algo ocultos tras una expresión de cólera incontenida, me miran con crueldad, con una fiereza y una pasión endiabladas. Manifiestan puro deseo, anhelo, hambre…

Ante el sonido de mis sollozos, el extraño ser de ojos exaltados flexiona la espalda hacia atrás en un movimiento imposible hasta casi doblarse por la mitad y me mira con tal brutalidad que me hace flaquear. Olfateando en mi dirección, se relame los fluidos y cuajarones que cuelgan de sus labios y su barbilla chorreante, con glotonería, entornando aún más los ojos y exhibiendo una sonrisa fría y burlona. El desgraciado se está deleitando, y no sólo eso, no me he fijado hasta este momento en que está desnudo, y ahora que lo veo estirado, de rodillas sobre las ruinas humanas que aún quedan sin roer bajo él, me doy cuenta de la tremenda erección, inflamación, o no sé cómo llamarlo, que padece. Está excitado, plenamente satisfecho. Y a la vez quiere más, necesita mi carne, ambiciona comerla, desmenuzarla e ingerirla lentamente.

Ese gesto, todo lo que transmite su mirada y su expresión corporal, son el culmen de lo insoportable. En unos segundos me vuelvo y recorro el pasillo, casi cayendo sobre la niña al patinar en su jugo. Atravieso la puerta, bajo las escaleras sin levantar la cabeza y, encogida, cruzo la entrada de mi vivienda hasta caer agotada de rodillas en mitad de la sala, vomitando todo lo que tengo en el estómago.

AUTORA: GOREVA

martes, 16 de agosto de 2016

La mujer sin expresión - Historias de terror



Dice la leyenda que en junio de 1972 una mujer apareció en el Hospital Cedar Sinai en California, Estados Unidos, usando nada más que una bata blanca cubierta de sangre. Sin embargo, lo extraño no era eso. Según los testigos, la mujer parecía más bien un maniquí, sin cejas, llena de maquillaje y con un brillo antinatural. Además ni una sola expresión facial podía verse en su rostro.

Por si fuera poco, un pequeño gato estaba aprisionado entre sus dientes, aún chorreando sangre. Fue entonces cuando escupió el cadáver del animal y se desmayó.

Según se cuenta la mayoría de los que observaron la escena corrieron en pánico. Los médicos que la atendieron relatan que pese a haber recuperado la conciencia inusualmente rápido, la mujer no opuso ninguna resistencia cuando la levantaron y la llevaron a una habitación. Sin embargo, al intentar aplicarle anestesia la mujer cambió completamente de actitud y comenzó a resistirse con tal vehemencia que hicieron falta dos médicos para mantenerla en su lugar.

Su rostro no mostró cambio alguno durante el forcejeo, algo que realzó aún más su naturaleza antinatural (perdonarán la expresión) e hizo que los médicos se volvieran aún más recelosos de su presencia. Pero entonces – cuando fue dominada – sucedió algo inesperado: la mujer sonrió.

Sus dientes no eran normales. Eran afilados, como los de un animal salvaje. La doctora que los vio en primer lugar lanzó un alarido y de inmediato se alejó de la mujer. Los demás permanecieron allí, atónitos, sin saber qué hacer a continuación, uno de ellos le preguntó: “¿Qué demonios eres?” Y por toda respuesta, sin que mediara advertencia alguna, la mujer se lanzó a su garganta y la desgarró. Tras ello musitó “Yo… soy… Dios”. 


La historia termina con ella saliendo lentamente por el corredor, sorprendiendo a los guardas de seguridad (que ya venían en camino) y matando o hiriendo a varios. Parte del hospital había sido evacuado, por lo que la mujer no hizo más que perderse en los corredores sin que nadie volviese a saber de ella.

miércoles, 10 de agosto de 2016

El fantasma de la Delegación de Hacienda de Vitoria - Articulos



Son muchos los testimonios de sucesos extraños en la delegación de hacienda de Vitoria, e incluso en los edificios que la rodean. Psicofonías grabadas en la segunda planta del edificio, de madrugada, donde claramente se escuchan los sonidos típicos de la algarabía que se producen en el recreo de un colegio.

Niños jugando y cantando canciones. Supuestas grabaciones de video donde se ve la figura de un niño ataviada con una especia de túnica. Vecinos que afirman oír risas de niños en la oscuridad la noche. Cosas que cambian de lugar, muebles que se mueven y que se encuentran tumbados sin que nadie haya accedido a esas salas. Manchas y figuras extrañas que aparecen en lámparas y en diversos lugares.

Un edificio conflictivo en sí mismo. Incluso por problemas con los guardias de seguridad, que no querían hacerse cargo de este lugar, se optó por eliminar la vigilancia humana y dar paso a la tecnología. Un caso todavía sin resolver que probablemente, todavía dé muchísimo que hablar.

Las apariciones del fantasma de “Andrés” nos lleva al corazón de Gasteiz, a la delegación estatal de Hacienda situada en la calle Olaguíbel. Según numerosos testigos, en este edificio mora el espíritu de un niño conocido con el nombre antes mencionado. En 1991, un periódico local dio cuenta de las primeras “apariciones en Hacienda”, hecho que, tal y como recuerda Enrique, fue motivo de bromas entre los vecinos de la capital alavesa.

“En aquella época había un grupo de vigilantes jurados que inspeccionaba el edificio por las noches y sus rondas dieron lugar a muchos testimonios”, asegura. Los hubo sencillos, en los que una puerta supuestamente cerrada aparecía abierta o una lámpara en teoría apagada quedaba finalmente encendida. Aquello se achacó a despistes y a la impresión que los techos altos, las amplias estancias en penumbra y el ambiente un tanto tétrico del lugar producían, pero los sucesos continuaron.

Una noche de 1994, uno de los vigilantes que se encontraba en el puesto de control vio pasar a dos figuras bajando por las escaleras. Un hombre de edad avanzada y un niño, ambos tomados de la mano. Después de darles el alto y explicarles que no podían permanecer en el edificio de madrugada, el vigilante optó por dirigirse a la comisaría vecina en busca de ayuda, ya que los intrusos no respondían ni prestaban la menor atención. De vuelta, agentes y vigilantes registraron el recinto sin encontrar rastro alguno del abuelo o del nieto. Según el testimonio del guarda, era materialmente imposible que hubiesen abandonado el lugar, cerrado a cal y canto, sin que nadie se hubiera dado cuenta. La leyenda urbana concluye asegurando que los responsables de la Hacienda estatal decidieron instalar videovigilancia para eludir este tipo de incidentes. La imagen del niño volvió a materializarse en numerosas ocasiones tanto en corredores como en habitaciones o despachos. Lo extraño es que muchos funcionarios aseguraban haberlo visto pero nadie era capaz de aportar datos sobre sus rasgos físicos o indumentaria. Nada que permitiera identificarlo o ubicarlo en una época concreta. Para no alarmar a quienes se acercaban al edificio, los trabajadores renunciaron a hablar de “el fantasma” y bautizaron al supuesto espectro con el nombre de Andrés. Tal fue el éxito del apelativo que el inmueble pasó a denominarse, en la jerga del funcionariado, como “el edificio de Andrés”.

La historia olvidada de este edificio explica que sus cimientos se alzan sobre el antiguo convento de San Francisco, fundado en 1200. Por una serie de circunstancias de orden urbanístico que nadie acierta a explicar, fue demolido en los años 30. Tras 20 años de abandono, el solar fue finalmente aprovechado en los 60 para edificar la actual delegación estatal de Hacienda y su construcción dio origen a esta serie de fenómenos extraños. El único resto del antiguo convento es un arco de piedra que aún se conserva dentro del patio de manzana que da a la parte trasera de la delegación. Varios vecinos de esta manzana aseguran haber oído por las ventanas que dan a este patio común a un niño reír y correr de madrugada. En los terrenos del antiguo convento reposaban los restos de ilustres gasteiztarras como Olaguíbel o Landazuri y, en la Edad Media, un cardenal que se encontraba de visita por Álava fue nombrado Papa la noche que pernoctó en este lugar.



FUENTE: misterios.co (sitio web)

lunes, 8 de agosto de 2016

La curiosa película "Rabbits" de David Lynch - Artículos y Videos



Los secretos compartidos en muchos casos pueden desencadenar paranoias, hacer un infierno de aquellos que son parte del oculto hecho. El afamado y polémico director cinematográfico David Lynch en el año 2002 realizó uno de los films más perturbadores en la historia del cine, me refiero a Rabbits protagonizada por: Scott Coffey , Rebekah del Rio, Naomi Watts y Laura Harring.

Esta película desarrollada en siete capítulos es una obra sobre las culpas. A lo largo de los 50 minutos que dura el film el espectador se encuentra con un solo ambiente, ocupado por tres personas embutidas en trajes de conejos. El fondo musical es lo más cercano al ruido del miedo. En la sala de estar de una casa, bajo el manto espeso del ruido de fondo, los conejos comienzan un dialogo que, a primera escucha, parece discordante e inconexo. Mientras uno de ellos entra y sale varias veces del lugar los demás siguen en sus charlas cercanas al delirio alternando con silencios prolongados. En algunos de los actos aparecen los conejos por individual declamando lo que pareciera ser una poesía que revela el encubrimiento de un crimen. Cada uno de los conejos en su turno de declamar señalan hechos con una sabana, un perro e insectos. En ciertos momentos aparece la cara de un demonio sobre sus cabezas hablando en un idioma inteligible. El final es un grito que procede del exterior del único ambiente siempre visible al espectador, mientras apaciblemente los conejos observan la puerta abierta de la sala.

En mi opinión es un crimen cometido del cual todos son culpables, ellos comparten la pena angustiosa de la conciencia, se castigan unos a otros con los recuerdos del atroz acto oculto. Por último, el grito simboliza la perdida de la razón dando espacio al infierno que el demonio acechante reclama.

Interesante el uso de conejos como protagonistas, este simpático animal es considero por muchas culturas símbolo del sexo desmedido, de la locura y de la obsesión por el paso del tiempo.

Yo sigo pensando sobre las cosas que Lynch ha querido decir con el film. De seguro existen muchas otras interpretaciones. Podría ser hasta la más simple, decir nada.
Es un film que funciona. El arte está hecho para hacer pensar sin la necesidad de aclarar.



FUENTE: lectormetalico.blogspot.com.ar/

jueves, 4 de agosto de 2016

El caso de posesión de las monjas de Loudun - Artículos



En 1634 Francia se vio sacudida por el caso de unas monjas que decían estar poseídas por el demonio. El párroco de la ciudad fue acusado de brujería y quemado vivo en la hoguera

En 1626 se fundó en la ciudad de Loudun, 300 kilómetros al suroeste de París, un convento de monjas ursulinas. Eran 17 religiosas, casi todas muy jóvenes, que llegaban para reforzar la presencia del catolicismo en una población donde los protestantes hugonotes eran mayoría. Una de ellas era Jeanne de Belcier, en religión Juana de los Ángeles. Nacida en una familia de la baja nobleza de Poitou, de niña había padecido una enfermedad que la dejó encorvada y de talla diminuta.

A los 20 años ingresó en las ursulinas de Poitiers, y desde su traslado a Loudun reveló un carácter intrigante y ambicioso que la llevó a ser elegida superiora del convento con sólo 27 años.
En Loudun, el destino de Juana de los Ángeles se cruzó con el de Urbain Grandier, cura de una de las principales parroquias de la ciudad, adonde había llegado en 1617, cuando tenía 27 años. Elegante, culto, atractivo y dotado de una capacidad oratoria poco común, adquirió pronto una gran popularidad, especialmente entre el sexo femenino. Sus sermones dejaban extasiadas a las damas de la ciudad, que competían por atraerlo a sus reuniones sociales o tenerlo como confesor. Grandier, por su parte, no se sentía comprometido por el voto de castidad. Una joven, Madeleine de Brou, se convirtió en su amante, y Grandier la convenció incluso para que se «casara» con él, en una ceremonia clandestina en la que hizo a la vez el papel de sacerdote y de novio. Sedujo también a la hija del fiscal local, Felipa Trincant. Cuando la dejó embarazada, el padre de la muchacha arregló un matrimonio de conveniencia, pero juró vengarse del párroco. Él y otros personajes de la ciudad que también tenían inquina al atildado cura lo acusaron ante la justicia episcopal por su conducta inmoral. Grandier fue arrestado y juzgado, pero contaba con apoyos influyentes y, tras ser absuelto, volvió triunfalmente a Loudun.

Fantasmas y exorcismos

En el convento de ursulinas, Juana se obsesionó también con Grandier. Para atraerlo le propuso que se convirtiera en su director de conciencia, pero el párroco rechazó la oferta. En su lugar llegó como confesor el canónigo Mignon, precisamente uno de los mayores enemigos de Grandier. Su llegada coincidió con una serie de extraños sucesos en el monasterio. Por la noche, las monjas creían ver fantasmas que entraban por las ventanas o a través de las paredes, y escuchaban ruido de cadenas. Algunas vieron una bola negra que cruzaba el refectorio y un extraño hombre de espaldas. Cada vez más trastornadas, las religiosas eran presa de temblores y rechazaban comulgar.

Mignon se dio cuenta de que alquel caso típico de miedo e histeria podía utilizarse para sus designios. Trajo a un cura que certificó que las monjas estaban poseídas por el diablo, por lo que había que practicarles un exorcismo. Se celebraron varias sesiones al efecto, al principio en privado y luego ante un público ansioso de sensaciones nuevas. En la capilla del convento, las monjas eran colocadas en camas y, tras los primeros requerimientos del sacerdote, entraban en trance y hacían que el demonio hablara por ellas.

Un testimonio recoge cómo Juana «comenzó a hacer violentos movimientos y a lanzar unos gritos como los de un cochinillo [...] Rechinaron sus dientes [...] El canónigo Mignon le metió el índice y el pulgar en la boca y realizó los exorcismos y conjuros en presencia nuestra». En una sesión Mignon logró expulsar del cuerpo de Juana al demonio Asmodeo, pero la superiora estaba poseída por otros seis, cada uno también con su nombre –Zabulón, Isacaaron, Leviatán, Balaam, Behemoth...–, por lo que las sesiones continuaron. En una de ellas, Juana reveló que fue Urbain Grandier quien había embrujado a las religiosas enviándoles un ramo de rosas en el que se contenía su «pacto» con el diablo. Los enemigos de Grandier ya tenían lo que buscaban: una acusación de hechicería que podía llevarlo directamente a la hoguera.

Cuando supo de las acusaciones, Grandier se quejó al arzobispo de Burdeos, amigo suyo, y éste ordenó suspender todos los procedimientos. Pareció que se había salvado. Pero entonces llegó a Loudun Jean de Laubardemont, un juez que traía el encargo de Richelieu de arrasar el castillo de la ciudad e imponer la autoridad de la monarquía. Las autoridades locales se resistieron, y Grandier cometió la imprudencia de ponerse de lado de éstas y obstaculizar la demolición. Irritado por este comportamiento, Laubardemont recuperó la acusación de brujería, recogió información y acudió a París a informar a Richelieu.

El proceso de brujería

El cardenal, enemistado con Grandier por un antiguo incidente, obtuvo del rey Luis XIII la autorización para reabrir el caso. A finales de 1633, Laubardemont volvió a Loudun y ordenó arrestar a Grandier, al tiempo que se reanudaban los exorcismos a las monjas. Todo se dirigía a reunir pruebas de brujería. Fue así como uno de los sacerdotes encontró indicios de que Grandier habría consumado un pacto con el demonio Asmodeus firmado con sangre. Según el religioso, el acuerdo le había sido brindado por el mismo demonio, que lo había extraído de los aposentos de Lucifer. Decía:

"Nosotros: el influyente Lucifer, secundado de Satanas, Belzebut, Leviathan, Elimi, Astaroth, Asmodeo y otros, hemos aceptado en el día de hoy el pacto de alianza de Urbano Grandier, que se nos entrega y le prometemos el amor de las mujeres, la flor de las doncellas, el honor de las monjas, las dignidades, los placeres y riquezas: fornica cada tres días: la embriaguez le sera gustosa, cada año nos ofrecerás un homenaje firmado con tu sangre, hollara con sus pies los sacramentos de la iglesia y nos dirigirá oraciones. En virtud de este pacto vivirá 20 años feliz en la tierra de los hombres, y vendrá luego con nosotros a maldecir a Dios.

Hecho en los infiernos en el concejo de DEMONIOS

Han firmado LUCIFER, BELCEBU, SATANAS, LEVIATHAN, ASTAROTH, ASMODEO

Visado con la signatura y sello del maestro diablo y de los S. S. príncipes de los demonios"


Agregando a la causa se decía que el contacto con el diablo dejaba marcas especiales en el cuerpo de los hechiceros, en forma de zonas totalmente insensibles al dolor. Juana reveló que Grandier tenía cinco de esas marcas: en la espalda, en las nalgas y en los testículos. Para comprobarlo, se llevó a un cirujano a la cárcel para que localizara esas señales en el párroco mediante un método brutal, clavándole un estilete hasta el mismo hueso en busca de esas supuestas zonas insensibles. Los alaridos de dolor de Grandier llegaban hasta la calle.

Finalmente, en julio de 1634 se formó un tribunal compuesto por doce jueces y presidido por Laubardemont. Llevado a declarar, Grandier negó todas las acusaciones, pero tras sólo tres vistas el tribunal proclamó la sentencia: muerte en la hoguera. El 18 de agosto de 1634, Grandier fue llevado al palacio de Justicia, donde se le instó a que confesara su culpabilidad. El párroco se negó: «Declaro solemnemente que nunca fui hechicero, ni cometí sacrilegio ni conocí otra magia que la de la Biblia», dijo, sabiendo que eso suponía que lo someterían a tortura hasta que confesara. Pero ni siquiera los terroríficos tormentos, en los que le hicieron trizas las piernas, lograron doblegarlo. Luego le pusieron una camisa impregnada de azufre y lo llevaron a la plaza del mercado de Loudun, abarrotada de público. Atado al poste, le prometieron estrangularlo primero si confesaba, pero siguió negándose. Fue quemado vivo. Sus últimas palabras fueron: «Dios mío, tened piedad de mí. Dios, perdonadlos, Señor, ¡perdonad a mis enemigos!».

De poseída a santa

En contra de lo que cabría esperar, tras la muerte del supuesto hechicero las posesiones en el convento de ursulinas de Loudun continuaron, y con ellas las sesiones de exorcismos, que siguieron atrayendo a numeroso público. Juana de los Ángeles era la gran protagonista. En 1635 aseguró que el demonio Balaam, antes de marcharse derrotado, le dejó escritos de forma indeleble, en su mano izquierda, los nombres de Jesús, María, José y Francisco de Sales. Poco después enfermó de gravedad y se creyó que iba morir, pero se recuperó «milagrosamente» gracias, aseguraba, al óleo que san José había derramado sobre ella y que quedó marcado en su camisa.

Los estigmas y la camisa le dieron fama en toda Francia, hasta el punto de que emprendió una gira en la que pasó por París y fue recibida por Richelieu y la reina Ana de Austria. En 1642 escribió una Autobiografía en la que narraba sus vivencias entre 1633 y 1642. Cuando, en 1665, falleció a causa de una hemiplejía lo hizo en olor de santidad y siendo enormemente popular.

martes, 2 de agosto de 2016

La fanática de Hello Kitty - Historias de terror



Hace no mucho tiempo vivía una chica que era una absoluta fan de Hello Kitty. Tenía la más increíble colección de merchandising de la simpática gatita y su habitación parecía más un museo que el cuarto de una niña de su edad. Era un chica tímida y muy reservada, su extraña afición la puso en el punto de mira de un grupo de adolescentes indeseables que había en su escuela.

Este era un grupo de delincuentes juveniles que se divertían golpeando, robando y humillando al resto de las muchachas, pero en su caso el acoso era continuo y diario. Sabían que ella nunca diría nada ni a sus padres ni a los profesores, y eran lo suficientemente listas como para pegarle en lugares en los que no quedara marca o simplemente no estuviesen expuestos ante la mirada de la gente. Tan continuo fue el hostigamiento, que acabó acostumbrándose e inmediatamente cuando comenzaban a molestarla suprimía el dolor pensando en su adorada Hello Kitty. En sus fantasías recorría un idílico mundo donde nada ni nadie podía dañarla, y de esta forma lograba pasar la jornada escolar día a día, ignorando el tormento y la humillación.

Las abusadoras vieron cómo los llantos y quejidos se convirtieron en una cara inexpresiva. Y lo que más las inquietaba: aquellos ojos que parecían los de un muerto, vacíos e indiferentes a las palizas que recibía.

La líder comenzó a darse cuenta de que su comportamiento conseguía rebajar su supremacía ante la mirada del grupo, que notaba como era incapaz de doblegarla. La chica no se resistía, no luchaba, no lloraba, era como si simplemente la ignorara. Pero lo que era aún peor… ¡Le daba miedo!.

No sabía el porqué, pero esos ojos inexpresivos con los que la miraba cuando la afligía, simplemente le helaban la sangre. Un día decidió acabar con el problema y organizó a su banda para seguir a la inocente joven hasta su casa. Aprovechando que sus padres llegaban tarde del trabajo, pretendían infligirle tanto dolor que temblara cada vez que se acercaran a ella. Sabía que eso no lo podía hacer en la escuela o en la calle porque siempre podría haber alguien que las delatara.

La chica al llegar a su casa lo primero que hizo fue ponerse uno de sus pijamas favoritos de Hello Kitty, como cualquier día normal. No habían transcurrido ni dos minutos cuando el timbre de la puerta sonó. Sin pensarlo la abrió y, antes de que pudiera reaccionar, dos muchachas de la banda ya la tenían inmovilizada por los brazos. Un momento después la líder entró con una risa burlona.

-¿No te han enseñado a preguntar antes de abrir la puerta? – Sin mediar una palabra más la golpeó con todas sus fuerzas en el estómago, dejándola sin aire y doblada de rodillas en el recibidor de su casa.

Las delincuentes ingresaron y cerraron la puerta asegurándose de que nadie las hubiera visto. Arrastrándola la subieron hasta su habitación y comenzaron a burlarse de su colección mientras destrozaban una por una sus figuras, sábanas o cualquier otro objeto con el logo de Hello Kitty.

Pero la chica ya se había evadido mentalmente. Sus ojos una vez más se habían vuelto inexpresivos y parecían ajenos a todo dolor o vejación.

Probaron apagarle cigarrillos en la pierna, cortarle repetidas veces la piel, saltar sobre ella… pero todo parecía inútil. Esos ojos fijos, como perdidos, empezaron a atemorizar a todo el grupo y algunas de ellas comenzaron a decir que era mejor retirarse, ya que alguien podía llegar o cualquier otra excusa para ocultar la realidad, ¡Se morían de miedo!.

La líder no podía dejar las cosas así y decidió acabar de una vez por todas con el problema.

-¿Sabes qué fue lo que dijo Hello Kitty? – le susurró mientras metía una mano en el bolsillo.

La victima por supuesto no contestó y continuó allí inmersa en su mundo de fantasía.

No puede decir nada ¡¡¡Porque no tiene boca!!! agregó – y de repente sacó una navaja con la que comenzó a arrancar los labios de la pobre chica. Su pijama, sábanas y habitación quedaron manchados de sangre.

Contra todo pronóstico la fanática ni se inmutó, siguió mirándola con esos ojos carentes de vida.

Completamente asustada, la líder comenzó a apuñalarla en el pecho, clavándole incontables veces la navaja hasta que murió escupiendo sangre y con los pulmones totalmente perforados.

Las demás integrantes de la banda salieron corriendo, ya todo se había ido de las manos, de ninguna manera hubiesen querido asesinarla. De todas formas se habían convertido en cómplices y sabían que todas ellas podían ser juzgadas. Para ocultar las pruebas la líder prendió fuego la habitación y en pocos minutos la casa fue consumida en llamas.

A pesar de todo por más que corrieran, suplicaran clemencia o se ocultaran jamas podrían escaparse de lo hicieron. Por el contrario, sin saberlo, despertaron una sed de venganza que la seguidora de Hello Kitty no pudo cobrarse en vida, pero sí lo haría en la muerte y desde el más allá como un fantasma.

Las integrantes de aquel grupo empezaron a tener horribles pesadillas en las cuales podían ver los ojos inexpresivos de la joven asesinada mirándolas fijamente. Pero aquello no fue más que el principio.

Inexplicablemente las homicidas comenzaron a sentir como les costaba abrir la boca cada vez más, hasta que un día despertaron como si sus labios estuvieran sellados absolutamente: no podían hablar, no podían comer ni beber, y por más que intentaban forzar las mandíbulas, no eran capaces de despegarlas.

La líder fue la primera que sintió el efecto y la primera en darse cuenta al mirarse al espejo que su boca se difuminó hasta finalmente desaparecer, simulando al personaje ficticio de Hello Kitty, en el que no existe boca alguna. Por supuesto que nadie más aparte de ellas podía ver que su rostro no tenía boca. Era como si el fantasma jugara con su mente torturándolas.

Luego de un par de días las abusadoras apreciaron los síntomas de la deshidratación, producto del no poder beber. Tenían terribles dolores de cabeza y en sus delirios veían los ojos inexpresivos de la chica mirándolas detenidamente. Sufrían terribles golpes pero no podían gritar, y lo que era aún más inquietante, una especie de fuerza les impedía pedir ayuda. Poco a poco fueron sucumbiendo, rindiéndose al dolor y sus ojos fueron perdiendo brillo, perdiendo vida y volviéndose tan inexpresivos como los de la fanática a la que dieron muerte.

Cuando iban cediendo ante aquella fuerza sobrenatural que las sometía a su voluntad y las torturaba cruelmente su mente abandonaba su cuerpo y entraban en un coma irreversible. Los mecanismos de defensa de su psique las transportaba a un idílico lugar lleno de flores y pequeñas muñecas de hello kitty que jugaban y saltaban divirtiéndose. Era el mundo imaginario en el que la chica asesinada contenía su cordura y se evadía del dolor.

La líder de la banda fue la última en doblegarse y caer en un coma profundo. A los pocos segundos de llegar a aquel paradisíaco lugar, el cielo se oscureció y las decenas de Hello Kittys que jugaban distraídas se giraron hacía ella mirándola fijamente, con aquellos mismos ojos vacíos de la fallecida.

Había comenzado su verdadero sufrimiento, pues en este plano existencial no había como escapar del dolor y la fanática de la adorable gatita se aseguraría de que no cesara el calvario hasta que alguien las desconectara de las máquinas que las mantenían con vida en el mundo real, sería un coma profundo del que nunca despertarían.

lunes, 1 de agosto de 2016

La casa de las 7 chimeneas - Lugares embrujados


La leyenda de la doncella del tejado

Invierno en Madrid, el retumbar de truenos lejanos y el sonido del viento azotando los vidrios de los ventanales terminan por deshacer mi placentero sueño y me desvelan. Mi despertador digital marca la 03:31.

Perezosamente me levanto de la cama y tras beberme un vaso de agua me siento junto a la ventana del salón para fumarme un cigarro, con la esperanza de poder volver a conciliar el sueño.

La noche fuera está de lo más desapacible, en la plaza del rey, las ramas de los árboles flamean al viento violentamente devolviendo crujidos lastimeros. Algunas bolsas y cartones huidos de los contenedores de basura, se arremolinan al final de la calle y parecen cobrar vida en sus acrobáticos vuelos, imitando los juegos infantiles y al amparo de la intimidad que se les presenta en una noche como ésta, con las calles desiertas y a salvo de miradas juzgadoras.

En el cielo, una masa de nubes rojizas avanza hacia el este a toda velocidad, presagiando la tormenta inminente que no tardará mucho en descargar sobre la ciudad. De vez en cuando, un rayo lejano tiñe las nubes de gris eléctrico y a los pocos segundos, los cristales vibran con su correspondiente trueno. Arrimo más mi sofá a la ventana… siempre me gustaron las tormentas y esta noche parece que el sueño me ha abandonado por completo.

En una de las pausas entre trueno y trueno, mientras prendo mi segundo cigarrillo, me parece escuchar el tañir de unas campanas a lo lejos, quizás sean las de la iglesia de los Calatravas, en la calle de Alcalá, pero me parece muy extraño… esos tañidos no son los que marcan la hora… son monótonos… repetitivos, parece que las campanas tocan a muerto. Pero no es posible, a estas horas de la madrugada la iglesia de Madrid no está abierta y muchísimo menos suenan las campanas, más allá de los mecanismos automáticos de los relojes.

Son las 03:54, de repente, unos enormes goterones impactan contra las ventanas como pequeños kamikazes, produciendo ruidos sordos que rebotan por el salón, perdiéndose en ecos suaves por el pasillo del fondo. Un enorme relámpago serpenteante se dibuja ante mis ojos a unas pocas cuadras de mi casa y prácticamente al instante, al tiempo que suena un estruendoso trueno, se va la luz en la calle y todo queda sumido en la oscuridad. Las campanas siguen sonando entrecortadamente en la letanía…

Me levanto y pego mi cara contra los fríos y empañados vidrios para comprobar que todo el barrio está completamente a oscuras. La amarillenta luz de otras zonas alejadas de la ciudad que no han sufrido el apagón rebota en los nubarrones inundando la plaza y la calle Infantas con tenues tintes rosáceos. La lluvia comienza a ser más perceptible y mientras alzo mi mirada al cielo, sobre el edificio que tengo en frente, sede del ministerio de cultura… la veo.

Siento como mi cuerpo queda paralizado ante la visión que estoy contemplando en éste momento. Una mujer, alta, con el pelo largo y negro que ondea flácido en las azarosas ráfagas de viento, camina segura entre las chimeneas del tejado del edificio. Ataviada con un camisón blanco que cubre su cuerpo hasta los tobillos, se dirige cabizbaja y decidida por el alero del palacete hacia la zona que da al Alcázar. En una mano porta una especie de antorcha, en la que una débil llama lucha a muerte contra la lluvia.

Cuando llega al extremo del tejado, cae de rodillas y alzando su rostro al cielo, comienza golpear con fuerza su pecho. Otro relámpago estalla a escasa distancia y su fantasmal perfil se dibuja perfectamente mientras que el sonido del trueno se funde con un alarido que hace que todos los pelos de mi cuerpo se tensen como alambres de acero.

Tras el fogonazo del relámpago y cuando mis retinas vuelven a enfocar en la oscuridad, la extraña mujer ya no está. Parece que se ha evaporado ante mis ojos…

Dando lentos pasos inconscientes hacia atrás me derrumbo sudoroso en el sillón. Todavía no me puedo creer lo que acaban de ver mis ojos; toda la vida escuchando la vieja leyenda de la casa de las siete chimeneas y yo siempre tomándomelo a broma y hoy, la mismísima Elena Zapata ha paseado por su tejado para mí.



La historia

Y ésta amigos es la leyenda de éste famoso palacete Madrileño, La popularmente conocida como “Casa de las siete chimeneas”. Edificio mítico y misterioso como pocos en Madrid y que desde su construcción, allá a finales del siglo XVI, siempre ha estado rodeado de hechos un tanto oscuros. Conspiraciones, amores prohibidos, muertes en extrañas circunstancias e incluso un motín tan famoso como el de Esquilache han sucedido en su interior.

Se cuenta que la bella Elena fue una de tantas amantes del controvertido Felipe II y que éste, como solía hacer cuando alguna de sus amantes se ponía en exceso pesada, arregló su boda con militar del noble linaje de los Zapata. El nuevo matrimonio estrenó el palacete, que por otro lado fue la única construcción civil que realizó Felipe II, aunque también se comenta que fue construido por el padre de Elena, que era montero del rey, y que éste se lo regaló a su hija tras la boda. En fin, la cuestión es que poco les duró el matrimonio, pues el capitán Zapata partió a la guerra de Flandes pocos meses después de casarse con Elena y allí falleció en las primeras contiendas.

En este punto Elena queda sola en el enorme caserón, las malas lenguas y los chismorreos de la corte contaban que por las noches, un Felipe II embozado para pasar desapercibido, acudía puntual a la cita con su amante. Estos rumores se extendieron como la pólvora cuando una mañana Elena apareció muerta en su alcoba.

Hay que tener en cuenta que en la época de los sucesos, Ana de Austria se encuentra en la corte para convertirse en la cuarta esposa de Felipe II. ¿Sabía Ana de la existencia de Elena y decidió eliminar el problema cortando por lo sano? ¿Presionó Elena al rey para ser algo más que una simple amante y fue él quien acabó con ella? La respuesta a estas preguntas siempre será un misterio. Para más inri, el cadáver de Elena desapareció en extrañas circunstancias y a los pocos días, el padre de ésta apareció colgado de una viga (aunque este hecho es un poco dudoso según las fuentes consultadas).

En este punto fue cuando comenzó la leyenda tras los rumores de que en noches oscuras se veía el fantasma de la doncella en el tejado de la casa, aunque en aquel entonces todavía no era conocida por sus chimeneas. Esta remodelación fue ordenada por Baltasar Cattaneo unos años después tras comprar el inmueble, algunos atribuyen un significado simbólico a sus siete chimeneas, y dicen que simbolizan los siete pecados capitales.

Aunque la historia de esta casa no acaba aquí, ni mucho menos. Años después, todavía con Felipe II como monarca, otra joven muere en su misma noche de bodas con un viejo hacendado Indio. Parece ser que la joven esposa también tenía ciertos encuentros con el pendenciero rey. La joven apareció en los sótanos del palacete con un puñal clavado en el pecho y las arras (regalo del rey) esparcidas a su alrededor. No son pocos los que aseguran que esta doncella también vaga todavía hoy en día por los sótanos de la casa.

Una última muerte se produjo en la casa durante el motín de Esquilache, ministro de Hacienda de Carlos III en el año 1766. El pueblo, enfurecido por las medidas represoras del marqués, acudió en turbamulta hasta la casa con la sana intención de lincharlo. Por suerte para él, no se encontraba en la vivienda y el populacho la tomó con uno de sus mayordomos que ofreció cierta resistencia, muriendo el pobre a garrotazos.

Durante casi cuatrocientos cincuenta años, la casa ha pasado por muchas manos, siempre de familias nobles. Embajadores, terratenientes, mercaderes… a finales del siglo XIX, la casa fue reformada para convertirse en sede del Banco de Castilla y durante la remodelación el cadáver de una mujer, fue descubierto entre los muros de los sótanos, junto a una bolsa con monedas de la época de Felipe II. Este hecho volvió a poner de moda las viejas leyendas de éste mítico y legendario edificio de la capital española y, para que la cosa no se olvide en nuestros días, en el año 1960, otras reformas volvieron a desenterrar los restos de otro esqueleto emparedado, ésta vez masculino y hasta día de hoy, anónimo. En la actualidad el edificio se usa como sede del ministerio de cultura, está en perfecto estado de conservación y todo indica que, por lo menos, la leyenda seguirá viva durante muchísimos años más.


FUENTE: misterios.co (por Por Sinuhé)

 
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